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miércoles, 17 de diciembre de 2014

La perforación de orejas: mutilación y sexismo

Una noticia reciente me llamó la atención: el Estado de Nueva York decidió prohibir por ley tatuar (salvo para su identificación) o poner piercings a las mascotas, por considerar que estas prácticas son una forma de maltrato a los animales.
En efecto, contrariamente a una persona humana adulta, un animal doméstico no tiene la capacidad de decidir sobre su cuerpo, de oponerse a un trato doloroso, y cualquier imposición del dolor sin una causa realmente justificada es un trato cruel.

Y estoy bastante de acuerdo con esto.

Pero entonces, pregunto, ¿qué tenemos que pensar de los piercings en las orejas de las niñas a una temprana edad, a veces con muy poquitos días de vida?

Esta práctica, en algunos países, está muy arraigada. En España, es común incluso que la niña salga del hospital en el que nació con sus orejitas ya perforadas.

"En cada vez más hospitales y clínicas ya te ofrecen el pack de bebé niña + agujereado de oficio, junto con las pruebas médicas, el aspirado de mocos y otro tipo de cuidados, de forma que casi ni te enteras de cuándo se los ponen. Y claro, una vez en casa, coger a la niña un día, llevarla a la farmacia, sujetarla tú mientras se revuelve y llora, exige un acto mucho más consciente. Y da más palo" cuenta el blog De mamas y de papas.

Como para los animales, imponer una práctica física, definitiva (los agujeros pueden volver a taparse, pero puede que queden secuelas de por vida) y dolorosa (por más que el dolor sea menor) sobre el cuerpo de una o un bebé que no tiene la capacidad de decidir si está o no de acuerdo es una forma de maltrato. 

Son sus orejas, no las mías. Es su cuerpo, no el mío. No tengo por qué imponerle semejante decisión, por más mono que me parezca. Las bebés no son muñecas. Son seres humanos sujetos de derechos. El derecho a la integridad física es uno de los primeros.

La única persona que debería poder tomar decisiones que atañen al cuerpo (excepto razones médicas) es la persona misma, tenga la edad que tenga.

Por eso la perforación de orejas, como también la circuncisión de los niños, deberían ser consideradas mutilaciones y, por ende, prohibidas hasta que el niño o la niña estén en edad de decidir por si mismxs.

Pero además, la perforación de orejas de las niñas es una de las primeras maneras de marcar el género. No sea que confundamos una niña y un niño, dios nos libre y nos guarde.

Salvando las distancias, esta voluntad de marcar físicamente el género de una recién nacida se asemeja a la estrella de David impuesta a lxs judíxs en Europa bajo el nazismo: mujer naciste, mujer hay que reconocerte, mujer hay que marcarte ante la humanidad, porque como mujer hay que tratarte, con todo lo que esto significa.

Varios estudios muestran que la gente no se comporta de la misma manera con lxs niñxs e, incluso, con lxs bebés, según si se trata de un varón o de una mujer.

Uno de los experimentos* consistió en enseñar a dos grupos de adultxs el mismo video de un bebé llorando. Al primer grupo, se presentó ese bébé como un varón. Al segundo, como una mujer. A ambos, se les preguntó por qué lloraba. Las respuestas, para el mismo video, fueron distintas: lxs que creían estar frente a un niño contestaron que estaba enojado. Lxs que creían estar frente a una niña, que tenía miedo.

Al interpretar de manera distinta el llanto de un mismo bebé de acuerdo a su sexo, la respuesta de lxs adultxs será necesariamente distinta: no se actúa de la misma manera con alguien que está enojadx que con alguien que está asustadx. No se le habla de la misma manera, no se le trata de la misma manera.

Esto puede explicar por qué, desde una muy temprana edad, niños y niñas tienen actitudes, gustos (juegos, juguetes, centros de interés), comportamientos distintos, y por qué es absolutamente imposible saber, a ciencia cierta si esas diferencias son innatas o adquiridas. A partir del momento en que el o la bébé, y mismo el feto, recibe estímulos de personas adultas (se ha comprobado que tampoco se le "habla" de la misma manera, con el mismo tono y la misma voz, a un feto según si es varón o mujer, con lo cual la influencia social empieza antes mismo del nacimiento), esa sociabilización hace imposible la distinción entre genética e influencia del entorno.

Por ende, marcar desde muy temprana edad a las niñas con aritos en las orejas es una manera, junto con el color de la ropa, de alentar a la gente a tratar a esa niña "como una niña", a imponerle nuestra construcción mental y social sobre cómo deben actuar las niñas de acuerdo a cómo las vamos a tratar (por ejemplo, se le habla con mayor dulzura a una niña que a un niño, condicionando, por supuesto, a la niña, pero también al niño, que deberá construirse con otros tipos de estímulos).

Por eso algunas personas han querido ocultar a su entorno el sexo de su bebé, vistiéndole con ropa de color "neutro", dándole un nombre "neutro", para que el sexismo de la sociedad, basado en estereotipos de género, no influya en su comportamiento.

Capítulo aparte merecería la hipocresía de una sociedad que perfora las orejas de bebés de pocos días de vida, pero se atraganta de indignación cuando unx adolescente quiere perforarse la nariz, el ombligo u otras partes del cuerpo...

*Sex differences : a study of the eye of the beholder, John Condry and Sandra Condry, Child development, n° 3, sep. 1976

domingo, 7 de diciembre de 2014

Catálogos no sexistas de juguetes: ¡se puede!

Se acercan las fiestas de fin de año, y cada vez tenemos que soportar los catálogos de juguetes sexistas divididos en dos categorías: para niñas y para niños.

Muchas veces contestan: es que así es más fácil encontrar un juguete.

¿Más fácil? ¿Qué pasa si un varoncito quiere una muñeca o si una niña quiere un disfraz de cow-boy, como yo soñaba con tener (y obtuve) (sí, ya sé, los cow-boys son representantes de un sistema patriarcal y racista)?

Me imagino a mis padres deambulando por los pasillos de una juguetería, siguiendo los carteles, y buscando infructuosamente el disfraz de cow-boy en las góndolas "para niñas" (ya que yo era una niña)... ¿En qué es eso más fácil?

¿No sería más lógico dividir los juguetes de acuerdo al tipo de juguete, y no de acuerdo al supuesto género del o de la niña?

Pues buena noticia, esto es lo que ha hecho la marca Toy Planet en su último catálogo en España. 

Todo no está perfecto, el color rosa sigue siendo el predominante en cuanto a todo lo que sea juguetes tradicionalmente atribuidos a las niñas, ya saben, esos que apuntan a convertirlas en futuras esclavas domésticas de su marido e hijxs.

Pero se ven a niños jugando con muñecas y a niñas con autitos o herramientas de construcción. Y esto, sólo eso, ese detalle que parece tan anecdótico, pues es casi revolucionario.

Un niño juega con un cochecito de bebé
Además, las categorías son muchísimo más inteligentes, y permiten encontrar más fácilmente el juguete buscado: aire libre, fiestas y disfraces, manualidades, muñecas, primera infancia, electrónicos, vehículos grandes, etc.

También hay lista por edad, y otra por personajes (Dora la Exploradora, Minnie, Spiderman), etc.

Aquí otros ejemplos de las páginas del catálogo:

Una niña juega con herramientas

Un niño y una niña comparten herramientas de juguete

Niños y niñas juegan con muñecas y cocinas

Un niño juega con un lavarropa de juguete. ¿Par hacer como papá?

Una niña juega con cochecitos (¡como yo de niña!)

Niñas juegan con autitos

Una niña subida a una moto roja y negra (¡no rosa!)

Niñas jugando con cochecitos

Me parece que no era taaaan difícil cambiar el paradigma de los juguetes. Es una muestra de que dividir a la humanidad por sexo no es una fatalidad (como tampoco lo es dividirla por clase o por color de la piel). No es la humanidad a la que hay que dividir y poner en categorías, sino, en todo caso, si realmente queremos crear categorías, son nuestras actividades o nuestros comportamientos o nuestras "orientaciones íntimas" a las que hay que categorizar.

Es lo que propone el sociólogo francés Michel Bozon, que considera que las categorías por orientación sexual (hetero, homo, bi, etc.), por comportamiento sexual (monogámicx o no) o en función de la apariencia y de las actitudes en materia sexual (machote, afeminado, mujer "honesta"/mujer "fácil"...) no logran dar cuenta de los significados que revisten los comportamientos sexuales.

Michel Bozon propone entonces tres tipos de "orientaciones íntimas":

- el modelo de red sexual o de sociabilidad sexual: aquel en que se valoriza el hecho de tener muchas parejas y en que la intimidad se exterioriza (en general, la sociedad sexista considera que este modelo no es el adecuado para las mujeres).
- el modelo del deseo individual: orientación individualista en cuanto a sexualidad, y uso narcisista de dicha sexualidad
- el modelo de la sexualidad conyugal (sea cual sea, entonces, la orientación sexual de las personas).

Esta es una manera de categorizar los comportamientos sexuales, pero se pueden encontrar otras.

A lo que voy, es que no es necesario categorizar a las personas de acuerdo a su sexo, su género o su orientación sexual. Esas categorías no ayudan a entender mejor a la humanidad y a cada individuo.

Porque si, por ejemplo, divido a las personas de acuerdo a su sexo, ¿qué hago con las personas intersex?

O si divido a las personas de acuerdo a su género, ¿qué hago con una mujer que es "masculina" pero que no necesariamente es lesbiana? ¿En qué categoría la ubico? ¿Cómo hago para entenderla, para acercarme a esa persona?

Si somos humanistas, si nos interesan las personas que nos rodean, si las queremos entender, es imprescindible no ponerlas en categorías cerradas. Esas categorías son restrictivas, limitadoras, nos nos permiten entendernos.

El humanismo debe pasar, necesariamente, por romper los estereotipos de género, de clase, de raza.