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viernes, 27 de abril de 2012

El mito de las hormonas

Se cree que las hormonas sexuales tienen una influencia importante en el humor, el estado de ánimo, la agresividad, la depresión. Cuántas veces se escucha decir eso de las mujeres, que son presa de las hormonas, que "les vino" y por eso están nerviosas o de mal humor...

Ahora bien. La neurobióloga francesa Catherine Vidal, directora de investigación en el Instituto Pasteur de París, distingue dos situaciones: las primeras son las situaciones en que hay desarreglos hormonales muy importantes, como el embarazo, la menopausia, los tratamientos hormonales para la fertilidad o de algunos cánceres. En esos casos, en que hay una baja o una suba muy importante del nivel hormonal, sí puede existir una relación con los cambios de humor.

La segunda situación se da la mayoría de las veces, con condiciones fisiológicas normales: en esas condiciones, las hormonas tienen una influencia muy menor en comparación con la situación social, psicológica, cultural, etc.

¿Por qué digo eso, si entre los animales sí las hormonas tiene una influencia importante?

Entre los animales, en efecto, sí se puede decir que las hormonas tienen un papel preponderante en los períodos de celo y de apareamiento, porque sexualidad y reproducción están íntimamente ligados.

Entre los humanos, en cambio, sexualidad y reproducción no están ligados, tenemos sexo sin que el fin sea la procreación (excepto, me imagino, entre lxs adeptos del Opus Dei y lxs mormones...). Las hormonas no son importantes en la elección de nuestras parejas. Se estableció, por ejemplo, que los varones homosexuales no tienen niveles distintos de testosterona a los de los varones heterosexuales.

Entre los humanos, existe una especificidad que hace que las hormonas no sean determinantes en el comportamiento: el córtex cerebral.

El córtex está tan desarrollado entre los seres humanos que tuvo que aplastarse y doblarse en varias circunvalaciones para poder caber dentro del cráneo. La superficie del córtex cerebral, si se desplegara, sería de dos metros cuadrados, sobre tres milímetros de espesor.

El cortex cerebral, explicó Catherine Vidal en numerosos artículos, libros, videos y hasta ante el Parlamento francés, "ocupa los dos tercios de nuestro cerebro y concentra las tres cuartas partes de los sinapsis. Su superficie es diez veces más importante que la de los monos. De acuerdo a los especialistas de la evolución, fue esa extensión de la superficie del córtex cerebral la que permitió la aparición del lenguaje, del pensamiento reflexivo, de la consciencia, de la imaginación, que confieren al ser humano la libertad de elección en sus acciones y sus comportamientos".

El córtex es como un filtro. Los humanos actúan con estrategias inteligentes, representaciones mentales, que no están influenciadas por las hormonas. Nuestro cerebro no está sometido a la ley de las hormonas como sí pasa con los animales.

¿A qué viene todo esto? Pues a explicar que entre los humanos, los "instintos" están controlados por el córtex cerebral, y por ende, por la cultura

O sea (y esto es válido también para el nivel de testosterona de los varones, como lo expliqué en otra entrada), es inútil comparar los comportamientos animales y los comportamientos humanos: somos seres culturales ante todo.

lunes, 16 de abril de 2012

Varón víctima de acoso sexual:
¡pedazo de maricón!

Cuando hablo de violencia de género, de violaciones, siempre salta algún masculinista para subrayar que los hombres también son víctimas de violencia por parte de las mujeres y que eso a nadie le importa.

Por un lado tienen razón: a nadie le importa. ¿Pero culpa de quién? Ciertamente no de las personas feministas. Más bien del propio sexismo, incapaz de reconocer 1) que una mujer puede ser violenta y 2) que un varón puede ser víctima.

Ambas cosas van en contra de los estereotipos de género que hacen de las mujeres seres dulces, tranquilos, no violentos, sensibles e incapaces de violencia (con eso de que la mujer "da la vida"), y de los varones personas insensibles, activas, con espíritu de lucha y más violentas.

El propio sistema sexista es el que es incapaz de admitir que puede haber violencia de mujeres contra varones. ¿La prueba?

La Nación publicó el viernes una nota sobre un alemán que, luego de tener relaciones con una mujer a la que conoció en un bar, fue secuestrado por ella cuando se quiso marchar, y fue acosado para que siguieran teniendo relaciones. Finalmente pudo escapar al balcón, pedir auxilio, y fue rescatado por la policía.

Ahora bien, ¿qué comentarios les parece que dejó la gente abajo de la nota? ¿Se indignaron ante un caso de acoso y violencia sexual? Subrayaron que esta historia muestra que nuestras convicciones sobre las mujeres y los varones son solamente estereotipos y que puede haber mujeres violentas y varones víctimas?

Evidentemente, no.

Les copio algunos de los comentarios:
Dios, alguien sabe el telefono de la mina... que suerte el flaco... ojala conociera una asi
¿Sería muy fea?
Este Alemán para mi que se la comía Yo le daba a la Alemana hasta sacarle sidra no paraba.
jajajajja!!!muy bueno!!!!!!!
Qué pedazo de mari- con !!!

Resumiendo: es el sueño de todo varón encontrarse con una ninfómana que quiera tener sexo sin parar, un hombre de verdad siempre quiere tener sexo, y si se niega, es maricón, a menos que la mina sea muy fea, entonces se justifica. Y por supuesto, un varón de ninguna manera puede ser violado por una mujer.

La inmensa mayoría de los que dejaron esos comentarios eran varones. Y los muy escasos comentarios que recordaron que se trataba de un acto de violencia sobre el cual era cruel hacer chistes eran... mujeres.

Esto es un buen ejemplo de que la negación del varón como víctima es una teoría machista, y no precisamente feminista.


Claro que la parte en que los masculinistas no tienen razón, es en equiparar las violencias de varones contra mujeres con las violencias de mujeres contra varones, que son minoritarias, o en negar la amplitud de las violencias cometidas por varones, sosteniendo que la mayoría son falsas denuncias. Y también, confundir los mecanismos que llevan a cada caso.

Pero negar la capacidad de violencia de las mujeres, verlas como seres siempre dulces y sumisas y a los varones como siempre activos y violentos, es una forma de sexismo que perjudica tanto a varones como a mujeres.

Me temo que en Argentina, a este pobre tipo la policía nunca le habría dado ni cinco de bola, y le habría contestado lo que escribieron en los comentarios: "Pero si es el sueño del pibe, ¿de qué te quejás?"

jueves, 12 de abril de 2012

El mito de la testosterona

Testosterona
Mucha gente está convencida de que los varones son más violentos que las mujeres porque tienen un nivel de testosterona más elevado que ellas.

Esto significaría que los varones que golpean a las mujeres, los violadores, los criminales, son presa de un destino biológico del que no son responsables y, peor aún: todos los varones son delincuentes en potencia, ya que llevan en su sangre la razón misma de su violencia, y no hay nada que hacer al respecto.

Lo extraño es que las mismas personas que piensan eso son también las que critican el término "violencia de género", creyendo erróneamente que ese término significa "violencia atribuible al hecho de ser de sexo masculino y por ende violento", cuando, todo lo contrario, la palabra "género" se refiere a una construcción social, y no biológica.

Lo que no entiendo es por qué, por un lado, esas personas sostienen que los varones son más violentos por naturaleza (por culpa de la testosterona), y por el otro, niegan lo que creen ser una teoría que afirma que los varones... son violentos por naturaleza.

Si esas personas fueran lógicas, se unirían a la causa feminista, que reconoce en la violencia de algunos varones una causa socio-educativa, y no biológica.

Pero volviendo a la testosterona, ¿cuál es la realidad?

Las personas más violentas, ¿tienen  mayor nivel de testosterona que las otras? ¿Se puede explicar el hecho de que los varones tengan el poder y manejen las riendas del mundo con causas hormonales?

Pues lamento comunicarles que NO.

Ningún estudio, jamás, ha pudido establecer una conexión entre violencia y nivel de testosterona. Es más. Se ha establecido que no es la testosterona la que incita a los varones a ejercer su poder. 

Como lo explica la neurobióloga francesa Catherine Vidal en su libro "Cerebro, sexo y poder", se midió el nivel de testosterona entre jugadores de tenis, antes y después de un partido. Y se detectó un mayor nivel después del partido (no antes) y únicamente... entre las personas que habían ganado. No entre los perdedores.

¿Qué significa eso? Que no fue la testosterona la que permitió ganar, sino que fue el hecho de ganar lo que aceleró la secreción de esa hormona esteroidiana.

O dicho de otro modo: no es la testosterona elevada la que origina la violencia: es la violencia la que origina un aumento del nivel de testosterona.

Y los varones no son violentos "por naturaleza", porque tengan más o menos testosterona

Detrás de esa violencia, hay una red de instancias de sociabilización (padres, otros familiares, escuela, compañerxs, padres de esos compañerxs, televisión -no nos olvidemos de que lxs niñxs de hoy pasan más de tres horas por día delante del televisor-, literatura, etc.) que, sin que nos demos cuenta, asignan a los varones y a las mujeres valores determinados, de manera tan sutil que esos valores nos parecen ser el orden "natural" de las cosas (creer eso se llama "esencialismo": creer que los varones o las mujeres son como son por "esencia").

Estos valores son los famosos estereotipos de género de los que tanto hablo, y que explican, entre otras cosas, por qué cuando un varón golpea a su pareja mujer, se llama "violencia de género".

En otra entrada desconstruiré el mito de la influencia de las hormonas en el estado de ánimo y el humor de las personas.

viernes, 6 de abril de 2012

Las mujeres, ¿más débiles físicamente que los varones?

Algunas teorías atribuyen el origen del machismo a la mayor debilidad de las mujeres, su menor contextura física y muscular, y por ende, la superioridad física de los varones.

Según esas teorías, los varones aprovecharon el hecho de que fueran más fuertes para someter a las mujeres.

Pero para muchxs antropólogxs, la mayor debilidad de las mujeres no es la causa, sino... otra consecuencia del machismo.

Hay varios indicios que nos pueden hacer presuponer eso:

- a medida que la alimentación, la higiene y la calidad de vida fueron mejorando, el tamaño promedio de los seres humanos (varones y mujeres) en los países occidentales fue aumentando, sobre todo desde el siglo 19. O sea, el tamaño de las personas depende de su alimentación.

- las diferencias en los récords deportivos entre varones y mujeres tienden a disminuir a medida que pasa el tiempo. Un estudio de la Universidad de California sobre la evolución de los resultados olímpicos desde la década de los veinte ha demostrado que las atletas femeninas progresaban dos veces más rápido que los atletas masculinos, y que, a ese ritmo, las diferencias desaparecerían por completo hacia 2050.

Hay un hecho biológico real: la testosterona es la hormona que permite el desarrollo de los músculos. Como los varones tienen más testosterona que las mujeres, tienen, en promedio, una masa muscular mayor. Sin embargo, el desarrollar músculos no solamente se logra con testosterona: también se logra con... ejercicios de musculación.

Se ha hecho una prueba simple, con dos grupos de varones. El primer grupo tomó esteroides. El segundo grupo se dedicó a hacer ejercicios. Los que tomaron esteoides obtuvieron cinco veces más testosterona que los que no. Pero luego de diez semanas, ambos grupos tenían la misma fuerza. O sea, aumentar las dosis de testosterona no fue suficiente para superar los beneficios del ejercicio físico. 

Conclusión: por más que los varones tengan más testosterona que las mujeres, ellas pueden compensar esa diferencia con un ejercicio físico adecuado (fuente: Feminity, Sports and Feminism. Developping a Theory of Physical Liberation", por Amanda Roth y Susan A. Basow).

¿Entonces cuál es el problema? ¨Pues que se desalienta a las mujeres a practicar deportes que podrían "pervertir" su "naturaleza" delicada y fina: de una mujer que hace pesas y desarrolla músculos, se dice que es un mamarracho, que es "demasiado" musculosa, "demasiado" fuerte, "demasiado" cuadrada, en fin, "demasiado" masculina, porque se considera a priori que una mujer de verdad debe ser delicada, fina y frágil, y que la fuerza y la altura están reservadas a los varones.

Serena Williams,
¿"demasiado masculina"?
La división de roles, que encierra a las mujeres en la casa con lxs niñxs (se alienta a las mujeres a jugar dentro de la casa, con muñecas, a no ensuciar sus lindos vestidos, etc.), no permite que las mujeres desarrollen su musculatura. Y si lo hacen demasiado, corren el riesgo de que les hagan pasar humillantes "tests de femeneidad", como ha sucedido con algunas atletas en los juegos olímpicos.

A principios del siglo 20, el discurso médico incluso era que el deporte intenso dañaba el bienestar y la salud de las mujeres, y sobre todo su capacidad reproductora. "Se temía un desplazamiento del útero, una reducción de la pelvis, un estrechamiento de los músculos abdominales, un uso incorrecto de la energía y una masculinización del cuerpo y del espíritu", describe Gertrud Pfister en el artículo "Actividades físicas, salud y construcción de las diferencias de género en Alemania". Y agrega: "Todos los ejercicios que exigen fuerza, valentía, resistencia u otras calidades, consideradas "no femeninas" por los varones debido a ideales masculinos de belleza o debido al 'sentido común', son desalentados por la profesión médica y denunciados como potencialmente peligrosos".

En un movimiento completamente erróneo, se llega entonces a la conclusión de que las mujeres no pueden tener la misma fuerza que un varón, cuando es la sociedad la que hace todo para que ni siquiera tenga la pretensión de intentarlo.

Es cierto que siempre habrá una diferencia natural física entre varones y mujeres, pero si fuera solamente por la diferencia de tasa de testosterona, y no por razones sociales y culturales, la diferencia probablemente no sería tan grande como lo es ahora (y como no lo es en otros mamíferos, sólo hace falta ver la potencia de una leona para darse cuenta de que no es un ser débil, delicado y amoroso como nos quieren hacer creer que son "naturalmente" las mujeres).

La antropóloga francesa Françoise Héritier (que sucedió a Claude Levi-Strauss en el Colegio de Francia) piensa que el origen de la diferenciación física entre varones y mujeres se sitúa en la época de la aparición de los neandertales, hace 750 000 años, con lo que llama la "presión de selección". 

Los varones, en efecto, se reservaban las partes más proteínicas de las comidas, y las mujeres se quedaban con los restos. Ahora bien, las mujeres, sobre todo cuando están embarazadas y cuando amamantan (algo que ocurría en la mayor parte de su vida en esa época) necesitan más proteínas que los varones (algo reconocido hoy por la OMS).

Por ende, fueron las mujeres más menudas y más pequeñas, o sea, las que necesitaban menos aportes proteínicos y calóricos, las que sobrevivieron y llegaron hasta hoy.

Sin darnos cuenta, seguimos perpetuando esas costumbres ancestrales: muchos estudios muestran que cuando amamantan, las mujeres dan más tiempo la teta a sus bebés varones que a sus bebés mujeres. Y cuando lxs alimentan con biberón, respetan menos el tiempo de succión de las niñas que el de los niños, interviniendo e interrumpiéndolas más a ellas que a ellos. Hasta hace muy poco en nuestras culturas occidentales, era muy común que los varones comieran primero, los pedazos más nobles, y las mujeres después, lo que quedaba.

Y la gente sigue pensando que los varones necesitan más carne porque son más altos y tienen más actividad física que las mujeres, cuando lo que se necesita en caso de actividad física intensa son calorías, no proteínas.

Conclusión final: aún lo que creemos depender únicamente de la naturaleza (la diferencia física entre varones y mujeres) ha sido producto de una construcción social, y esa diferencia no es tanto la causa como la consecuencia de la discriminación sexual.

La coreana Jang Miran,
campeona olímpica de halterofilia
en la categoría de las más de 75 kilos,
levantando 326 kilos. (foto Getty Image)