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lunes, 29 de octubre de 2012

Las mamás, 9 horas diarias con sus hijos... ¿y los papás?

Según un estudio reciente que involucró a 6.000 mujeres, las mamás, aunque trabajen, se ocupan de sus hijxs durante 9 (nueve) horas diarias. 

¿Y los papás?

Los papás, bien, gracias. Rascándose los huevos, mirando un partido de fútbol, tomando mate con amigos, durmiendo... Taaaantas cosas interesantes se pueden hacer durante 9 horas diarias, fuera del horario laboral, aparte de ocuparse de lxs hijxs...

El 36% de las mujeres aseguró que le gustaría que su pareja estuviera "un poco o mucho más involucrado en la crianza de los hijos".

No me digas...

Personalmente, me parecía un poco delirante eso de las 9 horas. Pero me puse a hacer cálculos. Si descontamos 8 horas de trabajo, 1 hora de transporte, y al menos 6 horas de sueño, quedan... bueno, sí, quedan 9 horas en el día... Sabiendo que, muchas veces, las mamás se levantan a la noche cuando llora el bebé, y no duermen noches completas.

Pero aunque fuera la mitad, aunque fueran 4 horas diarias, ¿qué padre pasa tanto tiempo ocupándose realmente de sus hijxs, aparte de "jugando" con ellxs o "llevándolxs a la escuela", como dice la encuesta? ¿Qué padre se levanta sistemáticamente a la noche? ¿Qué padre falta al trabajo para cuidar al nene enfermo? ¿Qué padre sabe cuándo faltan medias limpias, se encarga de comprar ropa, de tomar la temperatura, de pensar en llevar crema protectora en verano?

No dudo de que esos padres existan, de hecho, conozco algunos. Pero estadísticamente, son una ínfima minoría, que no son representantes de la realidad.

En Francia, se calculó que en los últimos 25 años, las mujeres han bajado el tiempo que dedican a las tareas domésticas y al cuidado de lxs hijxs en media hora diaria.

Los varones, en cambio, han aumentado el tiempo que dedican a las tareas del hogar y a sus hijxs en... ¡10 minutos! ¡Diez minutos más por día! Y la diferencia entre varones y mujeres sigue siendo del simple al doble. Y luego se rasgan las vestiduras hablando de lo mucho que se ocupan de sus hijxs, porque alguna vez cambian un pañal...

Recuerdo un amigo que decía: "Cuando estoy en casa, no permito que nadie más que yo le cambie los pañales a mi hija".

Y todxs quedaban embobadxs ante ese padre taaaan dedicado. "Qué suerte que tiene tu esposa", decían.

Sí. Mucha suerte. Excepto que el secreto de la cosa estaba en el "cuando estoy en casa". El amigo en cuestión estaba en su casa desde las 6 de la mañana hasta las 4 de la tarde, más o menos, durmiendo entre las 6 y las 13... No cambió un minuto de su agenda laboral con el nacimiento de sus hijas, no bajó un solo cambio, y continuó su vida como si nada hubiera pasado.

Eso sí: ¡qué suerte que tiene su esposa!

Son los mismos que, luego de una separación, se quejan de ser despojados de su casa y de no tener custodia compartida. ¡Ahora quieren custodia compartida! ¿Para qué, además de para joder a su ex? Digo, ¿dónde estaban a la hora de compartir la crianza, estando en pareja?

Si son capaces de tener custodia compartida y ocuparse de sus hijxs una vez separados, ¿por qué mierda no lo hacían cuando estaban en pareja?

Ahora bien, soy consciente de que gran parte de esa indolencia a la hora de ocuparse de sus hijxs viene de la educación sexista que todas y todos recibimos, y que dice que las mujeres son más aptas que los varones en esas cosas del cuidado de lxs niñxs, y que los varones tienen la obligación de traer el dinero a casa, y, por ende, trabajar más (y no menos, como se podría esperar) cuando nacen lxs hijxs.

El resultado es que muchas mujeres se niegan a delegar a la hora del cuidado diario, y muchos varones creen sinceramente que no sirven para eso, y que la "naturaleza" dio a las mujeres un "plus" genético para entender a los bebés, interpretar sus llantos, cambiar pañales o despertarse a la noche.

Pero ya es hora de que tanto los varones como las mujeres abran los ojos sobre la realidad: nadie viene preparado genéticamente para cambiar un pañal o saber por qué llora un bebé.

Es cuestión de hacer un esfuerzo, y de querer hacerlo.

martes, 23 de octubre de 2012

Uruguay, el aborto y la democracia

Al fin una buena: José Mujica, presidente de Uruguay, acaba de promulgar la ley de despenalización del aborto, aprobada hace pocos días por el Senado.

No se trata de una ley perfecta: no legaliza, sino que despenaliza. Las mujeres tendrán que pasar delante de un "jurado" de tres médicos y explicar sus razones, como si abortar no fuera un derecho, como si las mujeres no pudieran ser completamente autónomas, como si hubiera que vigilar, de alguna manera, que las pobrecitas no se manden cagadas. Y luego, pasar por un período de reflexión, como si las mujeres fueran, naturalmente, seres irracionales incapaces de tomar una decisión acertada de una.

Pero es un avance enorme, un caso único en América del Sur (si exceptuamos Cuba y Guayana).

Dejo la palabra al ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti, que ha escrito un texto impecable en el diario El País. Lo único que podría criticar, es cuando presenta al aborto como visto siempre como una tragedia por la mujer que aborta, cuando, al contrario, si está hecho en buenas condiciones, puede ser vivido como un alivio, sin traumas ni culpabilidades.

Mientras tanto, en Argentina, Mauricio Macri, jefe de gobierno de Buenos Aires, vetó la ley de abortos no punibles, que reglamentaba ya no el aborto en cualquier circunstancia, sino únicamente los que ya están permitidos por la ley 86 del Código Penal, ley que nunca es aplicada...

El aborto legal es una deuda de la democracia argentina. Porque las mujeres deberían tener derecho a decidir sobre su cuerpo. Deberían poder decidir si quieren hijxs, cuántxs y cuándo. Porque penalizar el aborto no impide su práctica, al contrario, es una práctica mucho más extendida en los países en que es ilegal que en los países en que es legal.

En Uruguay, al fin, el Estado ha comenzado a saldar esa deuda.

La maternidad como derecho
Un aborto es siempre una grieta, el difícil punto final a un embarazo no deseado. Toda mujer que lo procura llega presionada por una situación angustiosa, sea porque fue víctima de una violación, está prisionera de una precariedad económica que no le permite asumir la responsabilidad, sola frente a un padre alejado, o porque, en plena juventud, esta posible maternidad le cercena el desarrollo de su vida sin condiciones aun para asentar un hogar. Hay mil otras circunstancias en que una mujer puede verse enfrentada a la posibilidad de un hijo que no deseó y al que no le podría dar aquello que anhelaría. 

Es una situación dramática, que ninguna mujer asume con alegría. Lo que se debate en el parlamento no es si es bueno o malo abortar. Es si a esa mujer, y a quien la asista, la ley penal la debe castigar como un delito. Y eso lo vemos como profundamente injusto. 

Ante todo, injusto para la mujer. Ella es dueña de la libertad de procrear. La maternidad es un derecho, no una obligación a la que hay que resignarse si las circunstancias de la vida no le llevan, en ese momento, a desearla. Hay quienes -desde una actitud religiosa- la miran, a la inversa, como un deber ineludible. Disentimos con ese criterio por razones de conciencia. La maternidad es un acto del querer y de la voluntad. Es algo muy elevado para reducirlo a la casualidad o a un episodio irremediable de la naturaleza, que no se quiso ni se buscó. 

El hecho es que el aborto existe y es un fenómeno social de vastas proporciones en el mundo entero. Y en reconocimiento a esa circunstancia es que se ha liberalizado su práctica, asumiendo incluso el Estado -como en España, por ejemplo- la obligación de ponerlo a disposición de la mujer que lo requiera. Es un modo de asegurarle su libertad y de no imponerle una clandestinidad peligrosa, en que su vida se pone en riesgo por falta de garantías médicas. Hoy, donde aun está penalizado, resulta una práctica generalizada, a la que solo podrán recurrir con cierta confianza quienes puedan pagar una mejor atención y esto también es profundamente injusto. 

Naturalmente, somos conscientes de que hay una corriente doctrinaria que estima que el precario feto de menos de doce meses es titular del derecho a vivir. A nuestro juicio no es aún una persona autónoma, no posee condiciones naturales para sobrevivir fuera de su madre, dista mucho de ser considerado una individualidad titular de derechos y obligaciones. No puede hablarse de un "homicidio", como con exceso de lenguaje se hace desde ciertas corrientes filosóficas. Hay una indiscutible expresión de vida, como la hay en un óvulo fecundado in vitro y congelado y nadie pensaría que es un homicidio destruirlo. Es una potencialidad de vida, pero no la vida de una persona. Una semilla es una semilla, capaz de generar un árbol, pero no es el árbol. 

En un terreno ético, por otra parte, toda sociedad establece un mínimo que, para convivir, adopta con el carácter imperativo de la ley. El resto es el mundo de las diversidades y, por lo tanto, dominio de la libertad. Hay quienes creen que la unión entre dos personas del mismo sexo es inmoral y hay que prohibirla legalmente y hay quienes pensamos a la inversa. La pregunta es: ¿alguien tiene derecho a imponerle a otro su moral, cuando no media un mínimo consenso social? Que la ley obligue a un médico del Estado, de filosofía cristiana, a practicar un aborto es violentar su libertad de conciencia y está bien reconocer su excepción. Que la ley ordene castigar como delito el aborto a una mujer que llegó a esa situación por no sentirse habilitada para una maternidad responsable, ¿no es también una coacción que violenta su libertad de conciencia? A nadie se le impone un aborto. Pero, a la inversa, ¿por qué se condena a quien siente que su necesidad se lo impone? 

Por la convicción que expresamos pensamos también -y no lo callamos por un deber de lealtad- que la solución legal votada en la Cámara de Diputados no es buena. Someter a quien llega a esa situación, llena de temores, a todo un trámite que incluye un tribunal examinador de tres miembros y un período de reflexión, es reiterar la arcaica idea machista de que la mujer no posee criterio suficiente para manejar su vida. No se asegura, además, la imprescindible privacidad del acto y por eso nos tememos que este camino legal no alcance eficacia en el terreno práctico, manteniendo vigente la clandestinidad. En cualquier caso, esperemos que sea solo un primer paso para que la sociedad uruguaya supere la vieja hipocresía de asumir que no existe lo que sí existe y permita que la mujer avance un paso más en el camino de reconquistar derechos que por siglos se le negaron. 




sábado, 20 de octubre de 2012

¡200.000 y 5 años recién cumplidos!

200.000, es el número de visitas desde la creación de este blog, en octubre de 2007.

Tal como lo constaté cuando alcancé las 100.000 visitas, el crecimiento sigue siendo exponencial, puesto que las primeras 50.000 visitas fueron en 30 meses, las otras 50.000 en 11 meses (o sea, un total de 41 meses), y las siguientes 100.000, en 20 meses.

También sigo en segundo lugar del ránking de los Mejores Blogs Argentinos.

Agradezco profundamente a todas las personas que me visitan. Algunas lo hacen silenciosamente. Otras, dejan comentarios. A todas, mi gratitud, por hacer que este blog, que cumplió cinco años el martes pasado, siga vivo.

Ojalá mi blog logre alcanzar su objetivo: abrir los ojos sobre el condicionamiento sexista en el que todas y todos fuimos criadxs y del que la mayoría no somos conscientes, para poder empezar a decidir libre y responsablemente.



jueves, 11 de octubre de 2012

¿Es razonable seguir hablando de mujeres y de varones?

Hace poco tiempo, en Facebook, apareció un comentario bastante interesante, por parte de alguien que, a todas luces, tiene algunos problemas con las mujeres y la noción de género.

Sacado de la página Amaranta en Facebook,
que recopila comentarios "divertidos" (y no tan divertidos)
de personas opuestas a la legalización del aborto.

Más allá de lo increíblemente estúpido de la primera parte del comentario, me llamó la atención la segunda parte: "no que ahora todos somos iguales y ser hombre o mujer es algo irrelevante?"

Y me hizo pensar, justamente, en la contradicción constante en la que cae el movimiento feminista, oscilando entre diferenciación e indiferenciación.

En este blog, me la paso, por un lado, señalando todos los problemas a los que se enfrentan las mujeres, y todas las medidas específicas que se podrían tomar para que dejen de ser discriminadas por ser mujeres, y también para que dejen de ser invisibles, olvidadas, para que lo masculino, lo varonil, deje de ser el centro del mundo.

Con lo cual, estoy apelando a hacer una diferencia clara entre varones y mujeres, en un sistema binario de categorías.

Pero, por otro lado, me la paso diciendo que el sexo biológico no es importante, que habría que llegar a una indiferenciación de géneros, que habría que dejar de pensar en una binariedad de la sociedad, dejar de pensar en términos de "varón" o "mujer" y empezar a hablar de "individuos", todxs distintxs entre sí, sin que importe ni su sexo, ni el color de su piel, ni sus orígenes, etc.

Sí, en un mundo ideal, no deberíamos hacer diferencia. El hecho de ser biológicamente mujer o varón no debería tener más importancia que el tener pelo rubio o castaño, medir 1m60 o 1m80, tener pecas o no.

El problema es que hoy en día, son las personas definidas como mujeres las que están más discriminadas que las personas definidas como varones (si apartamos la cuestión de personas trans, sobre quienes pesan discriminaciones alucinantes, que en realidad son más de lo mismo, pero potenciado).

Entonces, para señalar y denunciar las discriminaciones y para revertirlas, estamos prácticamente obligadxs a seguir hablando de un mundo bi-sexuado, con mujeres y varones que tienen atribuciones, cualidades asignadas y comportamientos esperados bien distintos.

De hecho, esto es lo que hicieron las primeras feministas, reivindicando las supuestas "cualidades femeninas" (con muchas comillas, porque evidentemente, no creo que existan en la naturaleza, sino que son una construcción social), que siempre fueron despreciadas, en oposición a las "masculinas", que, al contrario, siempre fueron puestas en valor (todo el mundo está construido sobre normas y valores por y para los varones).

El primer feminismo necesitaba esa reivindicación de "lo femenino", para que las mujeres dejaran de odiarse a sí mismas, dejaran de odiar su cuerpo y las cosas que les pasan específicamente y que son ocultas, despreciadas, mostradas como algo asqueroso (sólo hace falta ver todo lo que tienen que hacer las mujeres para ser deseables, artificios como depilación, pintura, tinturas, dietas, operaciones quirúrgicas, bótox, con el presupuesto de que "al natural", las mujeres son feas, y ni que hablar de los mitos que giran alrededor de la menstruación).

Era necesario decir a las mujeres: sus cuerpos son bellos, su menstruación puede ser algo disfrutable, el parto puede ser un momento de gloria, el embarazo no es ninguna enfermedad, todo eso que es visto como algo repugnante, de temer, enfermizo, en realidad es constitutivo de lo que son, y, al contrario, deberían sentirse orgullosas de todo ello, reivindicarlo como algo específico de ustedes, las mujeres, y como algo realmente hermoso (volveré en una entrada sobre el tema de la menstruación).

El problema es que ese reconocer de "lo femenino" es un camino muy resbaladizo, porque puede llevar (y, de hecho, ha llevado) a seguir separando de manera radical a varones y mujeres, a apartar a las mujeres de lugares históricamente ocupados por los varones, por reivindicar una biología especial y definitoria de su psiquis.

Así es cómo llegamos al feminismo de la diferencia actual, que reivindica que las mujeres son más aptas que los varones para ocuparse de lxs niñxs, por ejemplo, por ser supuestamente más dulces, más cariñosas, más pacientes, por supuestas cuestiones hormonales, lo cual nos lleva a más de lo mismo: papá ganando el pan y mamá cuidando al hogar, que es lo que, al fin y al cabo, mejor le sale "naturalmente".

Entonces, lo ideal sería, efectivamente, que las diferencias biológicas reales, que nadie niega, no sean definitorias de lo social o lo psicológico.

También hay que saber que no todas las personas tienen un sexo biológico tan claramente definido (existen muchas personas que, por ejemplo, tienen pene y testículos, pero cromosomas XX, o sea, femenino), lo cual debería hacernos entender que esas diferencias biológicas no son tan importantes ni tan definitorias.

De ahí que, en una segunda fase, una vez que las mujeres dejen de odiarse y que la sociedad deje de odiar "lo femenino", se pueda llegar a una indiferenciación, y que la gente se deje de considerar como "mujer" o "varón", y pase a considerarse "ser humano" ante todo, así como tener ojos celestes o verdes, en sí, no define nuestra personalidad, nuestros gustos, nuestra psiquis (excepto si la sociedad hace diferencias entre las personas con ojos celestes y las personas con ojos verdes, como, de hecho, suele pasar con las personas de piel oscura o las personas de piel clara, entonces sí esas diferencias pueden influir en nuestro comportamiento).

Alguna feministas, como Antoinette Fouque y otras feministas francesas, consideran que ese "igualitarismo" abstracto que borra las diferencias sexuales es, en realidad, una prolongación del patriarcado, porque son los valores "masculinos" los que siguen puestos en valor y los que sirven como "padrón", como "modelo a seguir", en una suerte de androcentrismo del universalismo masculino, que sigue invisibilizando a las mujeres.

Y, de hecho, muchas de mis propias reivindicaciones tienden a visibilizar a las mujeres en tanto colectivo específico, por ejemplo cuando pido el fin del lenguaje sexista, la feminización de los títulos y funciones (presidenta, ministra) o medidas de discriminación positiva para favorecer el acceso de las mujeres a puestos tradicionalmente ocupados por los varones.

Hablando del idioma, el tema es que en castellano, no existe un neutro verdadero. Hoy en día, el neutro es el masculino, con lo cual estamos en un sistema androcentrista, que pone a lo masculino en el centro de todo, como estado "por default", siendo lo femenino lo "eventual", lo "otro", lo "aleatorio". Entonces no tengo otra opción que la de pedir que las mujeres sean visibles, dado que inventar un neutro es muchísimo más complicado.

Por eso, la lucha feminista oscila constantemente entre esa diferenciación necesaria -porque la invisibilización no es neutra, está centrada y construida alrededor de lo masculino-, y la indiferenciación deseada -para no seguir pensando de manera binaria, y lograr, por fin, que nos vean como seres humanos y no como varones o mujeres, exactamente como deberíamos poder hacer abstracción del color de la piel o del tamaño del cuerpo.

Y por eso es que el feminismo parece a veces tan contradictorio, pidiendo a la vez la diferencia y el igualitarismo, de acuerdo a los momentos, los lugares y las reivindicaciones específicas.

lunes, 8 de octubre de 2012

Mujer, ¡sos un desastre!

Viendo los comerciales destinados a las mujeres, ¿qué niña querría ser mujer?

Digo, somos peludas (los varones también, pero para ellos está todo bien), estamos constipadas, tenemos la panza llena de mierda, nos duele siempre la cabeza, tenemos incontinencia urinaria, tenemos olor a pescado en la concha, tenemos la ropa de nuestros hijxs toda sucia, la cocina hecha un caos y el inodoro lleno de caca pegoteada... 

La verdad, ¿quién quiere ser mujer en esas condiciones?

Yo crecí sin televisor y me salvé, pero me imagino teniendo 7 u 8 años, mirar esos comerciales, y temblar ante lo espantoso, molesto y doloroso de la condición femenina.

Mientras tanto, los varones lo único que tienen que hacer para sentirse bien es afeitarse, usar el shampoo X, ponerse algún desodorante y tomar cerveza. El resto, ya lo tienen por naturaleza, son perfectos sin necesidad de artificios.

Menos mal, alguna gente se da cuenta del desequilibrio patente y de la visión abyecta que se da a lxs niñxs de lo que es ser mujer:



Gracias Lady Persefone por el enlace.

viernes, 5 de octubre de 2012

Más licencia por paternidad en Noruega


El gobierno noruego decidió alargar la licencia por el nacimiento de un hijx en dos semanas, llevándola de 47 a 49 semanas, pero ojo: esas dos semanas sólo podrán ser tomadas por el padre, no por la madre.

El padre tendrá así 14 semanas de licencia intransferibles a la madre, pagadas en un 100% de su salario. Claro que esas 14 semanas son un mínimo, esto significa que la madre no puede tomarse más de 35 semanas de licencia (49-14), pero por supuesto, el padre puede tomarse más tiempo si así lo decide la pareja.

Esta medida entrará en vigor el 1 de julio de 2013. Hasta ahora, el 90% de los padres noruegos han tomado la licencia por paternidad.

Las ahora 49 semanas de licencia cubren el 100% del salario. También existe una licencia más larga, de ahora 59 semanas, con el salario cubierto en un 80%.

En 2011, dos ministros habían causado sensación al apartarse del gobierno para ocuparse de sus recién nacidos. El ministro de la Infancia y la Igualdad, Audun Lysbakken, había tomado 16 semanas de licencia, y el de la Justicia, Knut Storberget, 12 semanas.

Noruega es así uno de los países más igualitarios en cuanto a licencias de mater-paternidad.

Solamente así se podrá luchar contra las discriminaciones de género en el trabajo: con leyes que favorezcan la igualdad, el cambio de mentalidades al mostrar que ocuparse de los bebés también es cosa de varones y extirpar de las cabezas la idea de que "la mamá es más importante que el papá" (sobre esto, recomiendo el blog Mejoremos la Educación. Mejoremos nuestro Futuro), y hacer entender que contratar a una mujer no va a ser mayor problema que el contratar a un varón, ya que ambos son susceptibles de ausentarse mucho tiempo de la empresa en caso de tener hijxs.

Y solamente en esas condiciones es que se puede pensar en la custodia compartida en caso de separación, porque muchos varones, en Argentina, se quejan de que la bruja de su ex-pareja se llevó a lxs hijxs, pero no se ocupaban de ellxs cuando estaban conviviendo, y dejaban todo el trabajo del cuidado diario a la bruja en cuestión.

Foto Torbjørn Berg / Dagbladet
En la foto, el primer ministro Jens Stoltenberg con los bebés de sus dos ministros. "Estoy feliz en un país en que los ministros pueden tomarse una licencia por paternidad", había escrito entonces en su Facebook.