lunes, 20 de octubre de 2008

martes, 7 de octubre de 2008

¿Por qué las mujeres estamos tanto tiempo en el baño?

Hace unos días, recibí uno de esos mails que suelo tirar sin leer, porque supongo que me voy a encontrar con alguna cadena pedorra que te dice que si no lo reenviás a 127 personas en los próximos quince minutos te vas a morir fulminad@ por un rayo, por más que ese día haya un sol resplandeciente.

No sé por qué, éste lo leí, y me encontré con algo muy distinto a lo que me esperaba. El objeto del mail es: "¿Por qué las mujeres estamos tanto tiempo en el baño?"

Con una pregunta tan generalizadora ("las mujeres"...), pensaba que la respuesta sería esencialista, del tipo "porque a las mujeres nos encanta pintarnos porque nos encanta ser lindas y queremos estar siempre divinas" o "porque necesitamos esos momentos de intimidad entre mujeres entonces vamos de a dos y tardamos mucho porque nos encanta hablar de nuestros hombres" o algo por el estilo.

Y nada que ver.

No es un texto trascendental, pero me recordó muchas situaciones reales ,y bueno, nada, alguna vez también me toca escribir (o en este caso copiar) algo liviano, así que aquí va:
El gran secreto de todas las mujeres respecto a los baños es que de chiquita tu mamá te llevaba al baño, te enseñaba a limpiar la tabla del inodoro con papel higiénico y luego ponía tiras de papel cuidadosamente en el perímetro de la taza.

Finalmente te instruía: 'Nunca, nunca te sientes en un baño público'.

Y luego te mostraba 'la posición' que consiste en balancearte sobre el inodoro en una posición de sentarse sin que tu cuerpo haga contacto con la taza.

'La Posición' es una de las primeras lecciones de vida de una niña, súper importante y necesaria, nos ha de acompañar durante el resto de nuestras vidas. Pero aún hoy en nuestros años adultos, 'la posición' es dolorosamente difícil de mantener cuando tu vejiga está a punto de reventar.

Cuando TENÉS que ir a un baño público, te encontrás con una cola de mujeres que te hace pensar que dentro está Brad Pitt. Así que te resignás a esperar, sonriendo amablemente a las demás mujeres que también están discretamente cruzando piernas y brazos en la posición oficial de 'me estoy meando'.

Finalmente te toca a vos, si no llega la típica mamá con 'la nenita que no se puede aguantar más'.

Entonces verificás cada cubículo por debajo para ver si no hay piernas.

Todos están ocupados. Finalmente uno se abre y te lanzás casi tirando a la persona que va saliendo.

Entrás y te das cuenta de que el picaporte no funciona (nunca funciona); no importa... Colgás el bolso del gancho que hay en la puerta, y si no hay gancho (nunca hay gancho), inspeccionás la zona; el suelo está lleno de líquidos indefinidos y no te atrevés a dejarlo ahí, así que te lo colgás del cuello mientras mirás cómo se balancea debajo tuyo, sin contar que te desnuca la correa, porque el bolso está lleno de pelotudeces que fuiste metiendo dentro, la mayoría de las cuales no usás, pero que tenés por si acaso...

Pero volviendo a la puerta... Como no tenía picaporte, la única opción es sostenerla con una mano, mientras que con la otra de un tirón te bajás la bombacha y te ponés en 'la posición'... Alivio...... Aahhhhhh.... por fin... Ahí es cuando tus muslos empiezan a temblar.... Porque estás suspendida en el aire, con las piernas flexionadas, los calzones cortándote la circulación de los muslos, el brazo extendido haciendo fuerza contra la puerta y un bolso de 5 kilos colgando de tu cuello.

Te encantaría sentarte, pero no tuviste tiempo de limpiar la taza ni la cubriste con papel, interiormente creés que no pasaría nada pero la voz de tu madre retumba en tu cabeza: '¡jamás te sientes en un inodoro público!', así que te quedás en 'la posición' con el tembleque de piernas...

Y por un fallo de cálculo en las distancias una salpicada finííííísima del chorro te salpica en tu propio culo ¡y te moja hasta las medias!

Con suerte no te mojás tus propios zapatos, y es que adoptar 'la posición' requiere una gran concentración.

Para alejar de tu mente esa desgracia, buscás el rollo de papel higiénico peroooo, la puuuuuuuuta...! El rollo está vacío...! (siempre) Entonces suplicás al cielo que entre los 5 kilos de cachivaches que llevas en el bolso haya un miserable kleenex, pero para buscar en tu bolso tenés que soltar la puerta, dudás un momento, pero no hay más remedio...

Y en cuanto la soltás, alguien la empuja y vos tenés que frenar con un movimiento rápido y brusco, mientras gritás OCUPAAADOOOO!!! ahí das por hecho que todas las que esperan en el exterior escucharon tu mensaje y ya podés soltar la puerta sin miedo, nadie intentará abrirla de nuevo (en eso las mujeres nos respetamos mucho) y te ponés a buscar tu kleenex sin agobios, te gustaría usarlos todos pero sabés lo valiosos que son en casos similares y te guardás uno por si acaso.

Ahí ya vas contando los segundos que te quedan para salir de ahí, transpirando porque llevás el abrigo puesto ya que no hay perchero, y es increíble el calor que hace en esos sitios tan pequeños y en esa posición de fuerza en la que seguís, con los gemelos a punto de estallar.

Sin contar el garrón del portazo, el desnuque con la correa del bolso, el sudor que corre por tu frente, la salpicada del chorro en las piernas...

El recuerdo de tu mamá que estaría avergonzadísima si te viera así; porque su culo nunca tocó el asiento de un baño público, porque francamente, 'vos no sabés qué enfermedades podrías agarrarte ahí'.

...estás exhausta, cuando te parás ya no sentís las piernas, te acomodás la ropa rapidísimo y tirás la cadena ¡sobretodo!

Entonces vas al lavamanos. Todo está lleno de agua así que no podés soltar el bolso ni un segundo, te lo colgás al hombro, no sabés cómo funciona la canilla con los sensores automáticos, así que tocás hasta que sale un chorrito de agua fresca, y conseguís jabón, te lavás en una posición de jorobado de Notre Dame para que no se resbale el bolso y quede abajo del chorro... El secador ni lo usás, es un trasto inútil así que terminás secándote las manos en tus pantalones, porque no pensás gastar tu kleenex para eso y salís...

Tendrás suerte si no se te pegó un pedazo de papel higiénico al zapato y lo vas arrastrando, o peor, con la falda arremangada enganchada por las medias que te subiste a la velocidad de la luz ¡y mostrando todo el culo!

En este momento ves a tu chico que entró y salió del baño de hombres y encima le quedó tiempo de sobra para leer un libro de Borges mientras te esperaba.

'¿Por qué tardaste tanto?', te pregunta el idiota.
'Había mucha cola', te limitás a decir.

Y ésta es la razón por la que las mujeres vamos en grupo al baño, por solidaridad, ya que una te aguanta el bolso y el abrigo, la otra te sujeta la puerta, otra te pasa el kleenex por debajo de la puerta y así es mucho más sencillo y rápido ya que una sólo tiene que concentrarse en mantener 'la posición' y la dignidad.
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