jueves, 2 de octubre de 2014

Los hombres deben pagar la cena... y las mujeres abrirse de piernas

Ya es un clásico: cuando los varones se quejan de que el sexismo les afecta a ellos por igual, dan el ejemplo de quién paga la cena.

En efecto, en esta sociedad, se espera de los varones que sean ellos los que paguen la cena, el cine, las salidas. 

"¡Qué feminismo ni feminismo, si al final las mujeres pretenden que seamos nosotros los que paguemos todo!", lloran (comparando su desgracia con las violaciones, los acosos, las agresiones que sufrimos a diario).

Tienen razón y no tienen razón. En efecto, la mayoría de las mujeres, en todo caso en Argentina, esperan eso de los varones, y consideran que un varón que no pague o pague a medias es un desubicado, un maleducado, un grosero.

El tema es que no son "las mujeres" las que impusieron eso, y mucho menos las feministas, sino, nuevamente, la sociedad patriarcal

Aquella sociedad que hace de los varones los proveedores, y de las mujeres las que planchan sus camisas y limpian la caca de sus hijxs (aunque en el mundo real, las mujeres también trabajan, y algunos varones -muy pocos, como lo muestra este estudio del Indec- comparten el trabajo doméstico).

Aquella sociedad que establece los códigos dentro de los cuales varones y mujeres nos movemos sin haberlos elegido realmente.

Aquella sociedad que dice que un varón debe ser caballeroso, abrirle la puerta a una dama y dejarla pasar, caminar del lado de los autos en la vereda, y, claro está, pagarle la comida.

Aquella sociedad que discrimina a las mujeres en el campo laboral, les paga menos que a un varón, y luego, lógicamente, establece que el varón es el que tiene que pagar la cena.

Aquella que, de esa manera, sostiene a las mujeres en un estado de dependencia económica con respecto a los varones: quien tiene el dinero tiene el poder de decisión, o sea, el poder.

Y muchas mujeres creen que así se debe comportar un varón para respetar verdaderamente a una mujer, sin darse cuenta de que ese sistema las encierra en un rol de sumisión.

Esto se llama sexismo benevolente, un concepto que expliqué en otra entrada: cuanto más machista y violento con las mujeres es un país, más aceptado y deseado por las mujeres es el sexismo benevolente, porque, muy maltratadas a diario, buscan que las protejan, las cuiden, y el sexismo benevolente da precisamente la ilusión de proteger y cuidar a las mujeres.

¿Por qué digo que es una ilusión?

Porque el sexismo benevolente no es gratis. Un varón que le paga la cena a una mujer no lo hace de manera desinteresada. La idea es que si le abriste la puerta del taxi, le regalaste flores, la llevaste al cine y le pagaste la entrada y la cena, debe haber una retribución.

¿Qué tipo de retribución? Pues sexual, por supuesto.

Una mujer que no responda favorablemente (o sea, que no acepte tener una relación) a un hombre que le pagó el cine, el restaurante, etc., será tildada de malagradecida, de histérica.

Y así lo entendieron los que idearon este cartel visto en el centro comercial del Abasto:


El mensaje es claro, escrito en un tono conminativo: si él invita el cine, tú invita los besos. 

Y que no te quepa la menor duda: esto es lo que tenés que hacer, es tu obligación. ¿Te pagó la cena? ¡A la cama! ¿Te invitó al cine? ¡Poné el cuerpo!

Este cartel roza la violencia simbólica, naturalizando el hecho de que si él paga la cena, entonces la mujer debe retribuirle con besos (por no decir directamente con sexo).

Este cartel lo ven niñxs, adolescentes, a los que se presenta como normal que un varón pague y una mujer agradezca con besos. Y esto reproducirán más tarde, creyendo que así es cómo un varón (heterosexual, por supuesto) seduce a una mujer, cómo consigue sexo: pagando.

Hilando fino, es una justificación del sistema prostituyente: si pago, tengo derecho a tener acceso a tu cuerpo.

Y sino... ¿y sino qué? ¿Te violo?

Algo de eso hay. De hecho, si una mujer sale con un varón, luego no quiere acostarse con él y él la viola, siempre habrá gente para decir que "se lo buscó", "si aceptó salir con él, que se la banque", "si no quería acostarse con él, ¿para qué aceptó ir a cenar con él?

Los debates sobre la suerte de la pobre Melina Romero son un ejemplo de ello.

(Gracias V. por la foto)