Foto: LA NACION / Mariana Araujo |
Los comentarios fueron los esperados:
"Ahí esta claro como va a ser su conducción. Basada en los sentimientos y no la racionalidad y el profesionalismo. Las mujeres siempre apuntan a lo emocional y por eso no pueden estar al mando de las FFAA, donde se requieren decisiones frías. La "equidad" inexistente entre el hombre y la mujer esta haciendo estragos por toda la sociedad y la culpa de todo la tienen los feministas (hombres y mujeres)"
"Ahora te van a preguntar "como se siente" que le hayan robado... Prefiero hombres en las FFAA"
Y last but not least:"la mujer no puede ni manejar un auto, va a poder manejar un arma y apuntar bien?"
"Dios establece en la Biblia claramente las funciones del hombre y la mujer. No todo es lo mismo, como pretenden algunos profetas de la modernidad. Saber entender esas diferencias es estar en armonia con la naturaleza."
Me encantaría que esta persona me dé la referencia exacta de la Biblia que dice que una mujer no puede ser comisaria, pero en fin...
A lo que voy, es que sin darse cuenta (o dándose cuenta y sin que les importe demasiado), todas estas personas repiten como loros lo que otrxs han dicho decenas de años atrás, con exactamente los mismos argumentos.
Lo divertido es que esos mismos argumentos se han usado a la vez para justificar que una mujer pueda ejercer tal o cual trabajo (una mujer puede ser médica porque tiene empatía, suavidad, instinto de protección), y a la vez para justificar que no pueda acceder a ese mismo trabajo (una mujer no puede ser médica porque es demasiado sensible, púdica y empática).
En su tesis "El mérito y la naturaleza. Una controversia republicana: el acceso de las mujeres a las profesiones de prestigio (1880-1940)", editada en 2007 por Fayard, la socióloga Juliette Rennes (que he tenido el privilegio de tener como docente) nos da algunos ejemplos de estos discursos que sirven para alejar a las mujeres de las profesiones prestigiosas, siempre con el mismo argumento: no está en la naturaleza de las mujeres ejercer tal trabajo.
En 1885, por ejemplo, durante un debate sobre si las mujeres podían ser admitidas como residentes en los hospitales en Francia (ya podían ser médicas, pero no residentes en hospitales), un miembro del Consejo municipal de la ciudad de París, Levraud, dijo:
"No se trata solamente de la residencia de las mujeres, sino del ejercicio de la medicina por mujeres, el primer error ha sido autorizarlas a estudiar medicina. Pronto llegaremos a tener mujeres catedráticas, mujeres decanas, mujeres diputadas, mujeres ministras, una mujer presidenta de la República: (...) ¿Es la medicina una profesión de mujer? No, porque no se enseña solamente en los libros, hay que disecar, hacer autopsias. (...) Una mujer en un trabajo semejante sólo sería un ser híbrido, sin sexo. Afirmo que las mujeres sólo serán médicos mediocres."
Lo divertido es que apenas 17 años después, cuando las mujeres ya podían ser residentes, Charles Turgeon, profesor de derecho, escribía, sobre el acceso de las mujeres a los puestos de cirujanas:
"La vocación de médica no me choca en la mujer. ¿Qué más natural que una mujer que trata, atiende y cura a las mujeres? Acostumbradas a los trabajos manuales más delicados, se puede creer que las mujeres médicas no serán menos hábiles con sus dedos que la mayoría de nuestros doctores (...). Sobre que pueden ser buenas cirujanas, ni hay que pensarlo (...). Muchas operaciones exigen una aplicación prolongada, una tensión del espíritu y de los nervios, y hasta un gasto prolongado de fuerzas musculares por encima de los medios físicos de la mujer. Encontramos este límite natural que marca la frontera de los privilegios viriles".
O sea, en 1885, no estaba en la naturaleza de las mujeres ser médicas. En 1902, está en su naturaleza misma. Pero eso sí, de cirujanas, ni hablar, no está en su naturaleza. Y así podemos seguir para más o menos todos los trabajos otrora reservados a los varones, por sus "privilegios viriles".
Otro ejemplo de lo mismo: en 1899, hubo un debate en la cámara de diputados de Francia sobre el acceso de las mujeres a la profesión de abogada. Y ahí, el diputado Perrier de Larsan explicaba:
"(...) se entiende muy bien que la mujer, que es la personificación de la caridad y el afecto, pueda curar a enfermos, ser médica, partera. Esto entra en la excelencia misma de su naturaleza. (...) Lo que no entra es desertar, abandonar su hogar, la casa conyugal para ir a litigar (...). Nunca me harán admitir eso".
Pero esto no termina aquí... En 1907, las mujeres ya podían ser abogadas. Y hete aquí que estas locas también pretendían ser juezas. De nuevo lo mismo, de Charles Rabany, en la "Revista general de administración".
"Hay mujeres abogadas, pueden ser excelentes en esa profesión, que exige rapidez de espíritu, facilidad de asimilación y calor de las convicciones, aunque sean pasajeras. Juzgar es menos lo suyo, porque, para ser un buen juez, se necesita una objetividad muy rara para ese sexo, lo mismo que para legislar; las leyes están hechas para promedios, y la mujer raras veces ve otra cosa que casos particulares".
O sea, en 1899, una mujer no puede ser abogada por su naturaleza misma que se lo impide. En 1907, está en su naturaleza misma ser abogada, pero no jueza...
Hoy día, en 2012, más de cien años después de esos debates, sigue habiendo gente para decir lo mismo: no está en la naturaleza de las mujeres ejercer tal trabajo porque... y se pueden poner ahí más o menos lo que convenga a la persona que cree que ese trabajo debe ser privilegio de los varones.
Eso sí, estas personas suelen afirmar sin ningún tipo de vacilación que no, no están siendo discriminatorias, que hay cosas que los varones tampoco pueden hacer, que es una cuestión de naturaleza nada más, como en ese comentario de la nota de La Nación:
"Las mujeres son mas débiles emocional y físicamente. Esa es la diferencia. No es un comentario machista, es la realidad."
No, no, qué va, no es un comentario machista. Exactamente como no era machista el comentario de ese abogado en 1931:
"Hay trabajos para los cuales las mujeres parecen estar hechas, y sin embargo son trabajos de inteligencia. ¿Qué más natural que una mujer dentista, farmacéutica? E (...) incluso en el campo de la medicina, una mujer procede a intervenciones apenas sangrientas, es lo propio de sus aptitudes. Que haya una mujer al lado de un cirujano, esto es perfectamente deseable. (...) Pero ¿por qué no reconocer que en la discriminación del trabajo, hay profesiones para varones y profesiones para mujeres? (...) por ejemplo, es cómico que varones sean vendedores en la sección de lencería, las mujeres estarían mejor en su lugar; de la misma manera, las mujeres no están en su lugar en la barandilla de un tribunal porque estarían disminuidas, porque están infravaloradas en todo punto de vista. Decir eso no es ser antifeminista, es al contrario querer evitar a las mujeres largos pisoteos y esfuerzos inútiles".
En cien años, las mentalidades no han dado un solo paso hacia adelante.