En Argentina, desde el revuelo que causó el video que posteó una mujer, Aixa Rizzo, víctima de acoso callejero, tres proyectos de ley (uno nacional y dos de la Ciudad de Buenos Aires) han sido propuestos para castigar esta forma de hostigamiento sexual que padecen las mujeres todos los días.
Muchxs pensaron que me alegraría la noticia, por la rabia que me dan los "piropos" proferidos por machos en celo en la vía pública.
Pues sí... y no.
En regla general, no estoy a favor de la represión, sino de la prevención y de la educación. Y en este caso, creo que la represión sin más no cambiaría gran cosa.
Las violaciones están reprimidas en casi todo el mundo, con penas de cárcel durísimas. La violación es considerado un crimen, y por ende, tan castigado como un asesinato, en muchísimos países.
En Argentina no existen estadísticas, pero sí en otros países. En Francia, se calcula que hay 75.000 violaciones por año. O sea, 200 mujeres son violadas todos los días, en un país considerado "civilizado".
Francia tiene 70 millones de habitantes. Si llevamos la proporción a Argentina, cosa estadísticamente poco feliz, pero digamos que sí se puede hacer, querría decir que en Argentina, se cometen 42.800 violaciones por año. Es decir que todos los días, a pesar de leyes durísimas, 117 mujeres son violadas todos los días.
Un avión por día de mujeres violadas.
Y más represión no sirve para bajar esos números. ¿Por qué? Porque todo, en esta sociedad, alienta a los varones a pensar que tienen un derecho sobre el cuerpo de las mujeres. Se llama "cultura de la violación". Los violadores no son monstruos sino "hijos sanos del patriarcado", que han incorporado el mandato social de ser dominantes, de pensar que las mujeres están ahí para ser miradas, tocadas, cuando a ellos les parezca. Esto lo explico mejor en esta entrada.
Con los mal llamados "piropos", pasa lo mismo. Desde que son niños, los varones aprenden a piropear.
Películas, libros, políticxs, gobiernos, publicidades (aquí o aquí), hasta campañas dentro de centros comerciales les enseñan que "piropear", aún con guarangadas, es de macho de verdad. Hasta el gobernador de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, dijo públicamente que a las mujeres les gustan los "piropos", incluso los subidos de tono.
¿Cómo pretender luego reprimir con multas o cárcel a los varones que cumplen con lo que siempre les enseñaron que está bien?
Si nadie les explica por qué está mal acosar a las mujeres en la calle, si nadie les dice que un "piropo" no es un cumplido, sino una forma de acoso y de agresión, ¿de qué sirve castigarlos?
Y eso, ¿se lo explicará el guardia de la cárcel, que debe pensar él mismo que "piropear" está bien y es un halago? ¿Quién se hará cargo de abrirles los ojos sobre la realidad del "piropo", quién les dirá que se trata de "acoso callejero"? ¿Quién les dirá exactamente por qué fueron castigados por algo a lo que toda su vida fueron, al contrario, alentados?
Sí se podría imaginar un castigo en forma de asistencia a un taller sobre violencia de género en que les expliquen por qué se considera que un "piropo" es una agresión, en qué forma parte de una cadena de agresión que va desde el "piropo" hasta la violación, en qué una cosa tiene que ver con la otra. Talleres que deberían ser llevados por organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres que tengan el background suficiente como para que sean realmente pedagógicos.
Sólo así, con educación, se podrá cambiar las mentalidades.
Pero claro, también habría que educar a las familias para que expliquen a sus hijos que piropear es una agresión, y a sus hijas que no necesitan de la mirada masculina para sentirse plenas.
O sea: habría que derrumbar todo el sistema patriarcal. Buena suerte con eso.