lunes, 23 de marzo de 2009

Y dale con la madre...

El diario La Nación publica hoy una nota sobre mitos y creencias acerca de los gemelos.

Uno de esos mitos es que desarrollan un lenguaje propio. Resulta que ese mito es verdadero, y el diario pasa a explicar que los gemelos suelen crear un idioma bastante elaborado, y que esto puede afectar el habla. Y se detalla, citando a Laura Pérgola, presidenta de la Fundación Multifamilias:
"En muchos casos la aparición de un idioma propio significa falta de estímulo directo y personal entre la madre y cada uno de los gemelos".
Ajá... No quiero ser reiterativa, pero... ¿y el padre? ¿El padre nunca tiene la culpa de nada? Qué cómodo, la verdad...

Lo he decidido: el día que tenga hijos, quiero ser su padre, no su madre. Así si algo sale mal, no tendré nunca la culpa de nada.
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sábado, 21 de marzo de 2009

Manual europeo de lenguaje no sexista

Es una excelente noticia: el Parlamento europeo publicó un manual de estilo y uso de la lengua para que no sea sexista. Se propone erradicar al masculino -falsamente- neutro y utilizar términos que no impliquen un género. Por ejemplo, en lugar de "los argentinos", se propone "el pueblo argentino".

No puedo más que alegrarme por esta noticia.

Pero algunos periodistas de Clarín, para variar, se ganan el premio al sexismo al informar de esta noticia. A la persona que escribió la nota desde Bruselas, visiblemente el manual le parece una perfecta boludez. La nota, escrita en tono de burla, está llena de ironía, del tipo:

"La lucha contra la discriminación puede provocar sorpresas"
o
"Otros ejemplos parecen, a primera vista, contrarios a las normas básicas del buen uso del lenguaje. En lugar del sencillo, comprensible y corto "los médicos", el manual aconseja usar "personas que ejercen la medicina"."
o
"Los consejos llegan hasta el punto de pedir que "fireman" (bombero, en inglés) se cambie por "firefigther" (el que lucha contra el fuego)."

Y termina por el magnífico: "Claro que en los países que van un paso atrás de los europeos se podría objetar que hay otras cuestiones más urgentes que resolver: violencia machista, trata de blancas, desigualdad salarial, entre otras."

Nuevamente, ¿en qué un manual de idioma no sexista impide que se luche también contra la violencia machista, la trata de "blancas" (mejor dicho de mujeres) y la desigualidad salarial? ¿Por qué una cosa impediría la otra? Y como si, aparte, esos problemas no existieran en los países europeos...

Por suerte, para contrarrestar el tono burlón de la nota, se publicó una columna de opinión de un psicoanalista, Norberto India, que resume la situación real:
La noticia puede parecer divertida, pero tiene una importancia considerable. A veces nos olvidamos que la lengua no sólo describe realidades, sino que produce realidades. Esto es que cada vez que nombramos estamos conformando lo que nombramos. El lenguaje tiene un valor performativo, constitutivo, hacemos cosas con las palabras. Y el peligro, claro, es la naturalización, el hecho de que hay un continuo entre las palabras y las cosas. Nada más lejano: las palabras son tan arbitrarias como determinantes. Los discursos brindan modelos y soluciones, creencias y valores, que colocan dicotómicamente a varones y mujeres. Cuando nos dirigimos a una mujer, usamos cortésmente los términos "señora" o "señorita". Para el varón sólo contamos con el vocablo "señor", por fuera de su estado civil. Abonamos en automático la creencia de que la subjetividad del varón es autónoma, mientras que a la mujer le viene por su relación con el varón. El lenguaje es androcéntrico y produce el paradigma "ordenador" del hombre como eje y la mujer como satélite. Pero el sexismo lingüístico también ha simplificado y perjudicado a los varones: quedar del lado de la norma y de lo general, obstaculiza enormemente la propia indagación. Cuando nos dijeron "los hombres no lloran" también -como con las mujeres- amputaron trayectorias y devenires más complejos. Bienvenida esta alerta sobre la lengua que nos produce.
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viernes, 20 de marzo de 2009

Hijos de su madre

Por primera vez en Argentina (o que yo sepa, en todo caso), una mujer está llevando ante la justicia el sexismo de imponer como primer apellido el paterno. Resulta que sus tres hijos son de tres padres distintos, y los tres, claro, llevan un apellido distinto.

"Los progenitores de mis hijos tampoco han podido y en algunos casos no han querido asumir la responsabilidad que implica la paternidad", cuenta esta mujer en una nota del diario Clarín. O sea, lo único que han hecho esos hombres es coger una vez y listo. La que se ha encargado de la crianza, de los pañales, de no dormir por la noche, de las enfermedades, de los mocos, de las preocupaciones, de los biberones, de las comidas, de los eructos, de la ropa, de la limpieza, de la escuela, de TODO, ha sido ella. Y sin embargo, de por ley llevan el apellido de un hombre que nunca se encargó de nada ni asumió responsabilidad alguna.

"La balanza de la justicia se inclina a favor del padre al tutelarlo como el único relevante en la imposición del apellido de los hijos. Frente a esta situación de abuso del derecho vuelvo a preguntarme: 'la madre no tiene ningún derecho, debiendo estar a la decisión del padre?'", dice el escrito.

Me preguntaba qué había sido del proyecto del Ejecutivo de modificar la ley. Veo que quedó en la nada. De todos modos, también era sexista, ya que si bien imponía los dos apellidos, el del padre seguía yendo adelante.

¿Qué tan complicado es entender que es una ley sexista por donde se la mire? ¿Con qué razón irrefutable se impone el apellido paterno por sobre el materno de manera sistemática? ¿La unidad de la familia? ¿De qué unidad me están hablando con la mitad de las familias separadas, divorciadas, recompuestas?

La ley no debería imponer ningún apellido por sobre el otro. Tendría que ser de común acuerdo de los padres y, de no llegar a ningún acuerdo, debería haber un sistema justo y no arbitrario, como el alfabético.

Pero parece que algo tan sencillo como esto resulta ser un sueño utópico e inalcanzable. A veces, me siento muy cansada...
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miércoles, 11 de marzo de 2009

Segregación

Tristísimo.

En Medellín, Colombia, van a poner en funcionamiento "taxis rosas" para que los usen solamente las mujeres. El objetivo: reducir los robos y violaciones que sufren algunas mujeres en los taxis ilegales que circulan por la ciudad, informa el diario Clarín.

No es la primera experiencia de este tipo en el mundo. En Londres ya existe un sistema de taxis "Pink Ladies". En México, en Japón, en Brasil, existen autobuses o vagones exclusivos para mujeres, por los mismos motivos.

Me aterra que el nivel de agresión sea tal que se piense en medidas de segregación para proteger a las mujeres.

Pero ahora, yo pregunto: ¿qué pasará si una mujer sigue tomando un taxi de los "mixtos" y la violan? ¿Se pensará que se lo buscó? ¿Habrá tantos taxis rosas como mixtos?

Y sobre todo, ¿hasta qué punto de segregación deberemos ir para "proteger" a las mujeres? ¿Por qué, ya que estamos, no imponer un toque de queda para las féminas?

¿No sería más barato y efectivo luchar contra los taxis ilegales y tener una política de lucha contra las violencias sexuales? En lugar de focalizarse en la separación, de buscar soluciones extremas, ¿no se debería pensar en educar, enseñar el respeto mutuo, la no-violencia?

Por lo general, cualquier medida que implique una discriminación, una segregación, un ataque a lo mixto, me parece deplorable. Pero también soy consciente de que no doy ninguna solución alternativa concreta. Y que si estuviera en la situación de las mujeres que han sido agredidas en los taxis de Medellín, probablemente tendría otro discurso. No lo sé. Sólo hablo desde la teoría. Y desde la teoría, separar a los hombres y las mujeres para evitar las agresiones no me parece una solución viable a largo plazo. Apenas una medida de emergencia.
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