En una entrada anterior sobre la violencia de género y el mito de las falsas denuncias, había dicho que la violencia de mujeres contra varones no es violencia de género, y había prometido dar una explicación al respecto.
Si no saben precisamente lo que es el género, si creen que "género" es sinónimo de "sexo", les aliento a leer la entrada que escribí al respecto antes de seguir adelante con ésta.
Si leyeron la entrada en cuestión, o si ya saben lo que es el género, entenderán entonces que el género no hace referencia al varón o a la mujer, al sexo biológico, sino a "lo masculino" y "lo femenino" tal como son definidos socialmente.
Por ende, cuando se habla de violencia de género, no se habla de la violencia de un sexo contra otro, sino de la violencia perpetrada por una persona que pertenece al género dominante contra una persona que pertenece al género dominado.
Y resulta que en nuestra sociedad, el género masculino es el dominante, y el género femenino es el dominado.
Si una mujer es asesinada en un tiroteo en la calle porque justo pasaba por ahí, o si un ladrón mata a una mujer en un intento de robo, no se trata de violencia de género, porque no se la mató por ser mujer.
Ahora, si un varón pega o mata a su pareja, por celos, o porque ella lo quería dejar, es violencia de género, porque ese varón usa su posición dominante para castigar a una persona que tiene una posición "inferior".
¿Inferior por qué? Pues porque a las mujeres se les enseña a ser más sumisas, dulces, comprensivas, no violentas; entienden, por ejemplo a través de la televisión, que su cuerpo está a disposición de los varones, lo cual conlleva una serie de actitudes y reacciones en situaciones de violencia.
Y a los varones, se les enseña que tienen un poder sobre el cuerpo de las mujeres, que cuando dicen "no", hay que escuchar "sí"; cuando los niños ven mujeres desnudas en gigantografías en la calle, en los programas de televisión, etc., entienden que una mujer es un bello objeto que puede ser usado como mejor les parezca.
O sea, niños y niñas reciben constantemente mensajes contradictorios: por un lado les hablan de igualdad de género, igualdad en la ley, etc., pero, por el otro, la sociedad les manda imágenes de mujeres sumisas y de varones dominadores, como por ejemplo cuando un niño mira debajo de las faldas de una niña.
En la palabra "violencia de género", por lo tanto, hay una idea de dominación, de poder. La psicoanalista Eva Giberti lo explica así en el diario Página/12:
"En la familia, la tradición patriarcal insiste en hacerles creer a los hombres y a las mujeres que el género femenino es una propiedad privada y que, por lo tanto, el varón puede tomar decisiones corporales sobre ella, puede golpearla, puede violarla y, sobre todo, exigirle que lo sirva. En los casos de violencia física, los golpeadores no son hombres con antecedentes policiales porque no se pelean con otros, pegan sólo a su mujer, o a veces a sus hijos, lo que demuestra que no son enfermos, sino que lo que tienen es necesidad de disfrutar del abuso de poder".
¿Por qué dije, en otra entrada, que la violencia de una mujer contra un varón no es violencia de género?
Pues porque detrás del gesto de una mujer violenta, no hay toda una sociedad que haya alentado ese gesto, esa mujer no usó su posición de género dominante en la sociedad para imponer lo suyo a una persona en posición de dominación.
Un varón que golpea a una mujer, en cambio, hizo caso a un sistema que lo "alienta" a ser violento, y lo hace para marcar su territorio, para demostrar que él es el dueño de la vida de esa mujer, desfigurándola, quemándola, matándola.
Yo hasta me atrevería a decir que ese varón también es víctima de la sociedad sexista que lo crió, pero es un pensamiento muy criticado, ya que desresponsabiliza de alguna manera a los varones violentos. A ver si después pasa eso:
Con todo esto, en todo caso, no se niega que la violencia de mujeres contra varones exista. Claro que existe. Claro que hay que castigar a una mujer violenta, claro que hay que tomar en serio a los varones que denuncian a sus parejas mujeres por golpearlos.
Es más, es absolutamente necesario reconocer que las mujeres también pueden ser violentas, por dos motivos: 1) para proteger correctamente a sus víctimas y 2) para terminar con el estereotipo de la mujer dulce, abnegada e incapaz de hacer el mal porque "da la vida", un estereotipo tan peligroso como cualquier otro.
Negar que las mujeres también puedan ser violentas parte del mismo razonamiento sexista, el mismo esencialismo, que atribuye cualidades distintas por naturaleza a varones y mujeres.
En ese sentido, los estudios que empieza a haber a nivel sociológico sobre la violencia de las mujeres son, a mi entender, muy bienvenidos.
Pero no se puede equiparar la violencia de las mujeres con la violencia de género, simplemente porque no parte del mismo mecanismo, no tiene las mismas causas, ni el mismo origen, ni la misma explicación (ni tampoco, lógicamente, la misma amplitud).
En el caso de una mujer que es violenta contra su pareja varón, no se trata de violencia de género, porque su género y el género de su pareja no pueden explicar esa violencia. O sea, hay que buscar el origen de esa violencia en otro lugar.
Por ejemplo, en el caso de una mujer de clase alta violenta contra su jardinero, tampoco se trata de violencia de género, sino de violencia de clase: ahí está el origen de esa violencia, la pertenencia a una clase que se cree con poderes sobre otra, la cual, por su lado, integró la idea de que es inferior y se somete.
Por eso también es tan difícil que una mujer golpeada deje a su pareja, porque esa mujer integró la idea de que "está bien así", "algo habrá hecho para merecerlo", y de que por ser mujer, tiene que bancarse esas cosas.
Y por eso es tan difícil luchar contra la violencia de género: no se trata simplemente de poner a los culpables en la cárcel, sino de modificar la mentalidad patriarcal y sexista en la que somos criados desde la panza misma (este blog apunta precisamente a explicar cómo se construye esa mentalidad patriarcal y sexista).
Para eso, hay que reconocer que el sistema sexista, binario, que opone masculino y femenino, que habla de "sexos complementarios", es el origen de todas las violencias de género. Algo que la inmensa mayoría de la gente no está dispuesta a aceptar, porque haría tambalear el mundo tal y como siempre lo conocieron.